
Barro negro, gran maestro
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¿Vieron qué divinas unas piezas que sacamos con barro negro? No se imaginan la tarea tan difícil que fue encontrar el punto perfecto entre el barro, el esmalte y la horneada para que pudieran verse tan bien, pero, a la vez, poder usarlas para lo que están destinadas.
La primera prueba que hice con este barro fue una botellita como para poner una flor (la pueden ver en la foto). Era tan encantadora que una clienta que nos visitó en febrero de este año, se enamoró de la propuesta y, junto a una diseñadora de interiores que vive en California, nos encargaron una vajilla completa en ese material.
Hice varias pruebas entre el barro y diferentes esmaltes y al final en lugar de irnos con el esmalte original de la botella, que era transparente, elegimos el que aquí llamamos “Lago Arenal”, porque sobre nuestro barro rojo, se ve como el Lago Arenal en una mañana fría y nublada.
Así se vieron las pruebas con 5 esmaltes diferentes.





Una vez elegido el esmalte "Lago Arenal" y para ir de a poquitos y cuidadosamente, lo apliqué únicamente en unas tazas pequeñas y las metí a Hornito Mini. ¡Salieron lindísimas!
Pensé que si el resultado de esas había sido tan exitoso, lo mismo iba a pasar con cualquier otra pieza. Así que esmalté todo lo que me habían encargado: taza minis, pequeñas, medianas, bowls y tres tamaños de platos. Esta vez los metí TODOS al horno más grande, el que yo llamo de cariño HORNOTE.
Estuvo en ahí por 10 horas y luego enfriándose durante 48 horas. A los dos días, cuando abrí la puerta del horno —el más nuevo y moderno que tengo, y que nunca me ha decepcionado— me encontré con una sorpresa: el esmalte había quedado diferente. Se veía áspero, con una textura en forma de salpullido, como si fuera piel de sapo.
Preocupada y confundida, lo descargué todo y lo trasladé al área de lijado. El resto de la tarde y noche comencé a escuchar “cracks”, como si hubiera alguien con un martillo golpeando y estallando mis piezas. Se agravó mi ansiedad.
Por la mañana vi que más de la mitad de la producción se había quebrado y aquí quiero compartir algo importante: para solucionar, hay que entender la causa.

En equipo investigamos, leímos, le preguntamos a colegas, planteamos hipótesis y pusimos a prueba nuestras teorías. ¿Sería un tema de compatibilidad barro + esmalte? No necesariamente ya que en el hornito mini salieron bien.
¿Sería un tema de la rampa del horno? (La rampa es la velocidad de calentamiento o enfriamiento del horno.)
¿Sería un tema de la geometría de las piezas? ¿Habrá sido por los diferentes coeficientes de expansión entre barro y es esmalte? ¿Pudo ser el espesor del esmalte y la cobertura sobre las piezas? ¿Sería el barro, alto en manganeso? Como ven, eran muchas las preguntas y las posibilidades.
Al final, entendimos que hubo múltiples razones: el barro, la compatibilidad del barro con el esmalte, la rampa, la cobertura y hasta la geometría de las piezas.
Confirmamos que las piezas curvas y redondeadas soportan mejor que las piezas con paredes y ángulos rectos. Por eso, la cerámica tradicionalmente es más curva que ortogonal.
Al final, el hornito mini se puso la camiseta y logramos sacar el pedido a duras penas y con mucho aprendizaje.
A partir de esta experiencia decidimos que no seguiremos trabajando con este barro en piezas de vajilla y me quedó claro que no es tan sencillo atreverse a usar un nuevo material.
Este oficio es muy artesanal, pero a su vez muy científico. Para garantizar calidad, especialmente en piezas funcionales, se requiere ser muuuuuy minuciosa, conocer muy bien los materiales que se ofrecen y tener hábitos de científico de laboratorio: registrar y analizar todo.
Al final, no hay pieza quebrada que por bien no venga. Gracias por tantas enseñanzas, barro negro.